Gustave Verniory, ingeniero belga criado en París, fue el principal artífice de la construcción de la ruta ferroviaria de Victoria a Pitrufquén. En sus memorias, relata la magnífica aventura que fue realizar esta ruta. En su obra, no solo se unieron valles, sino que, como dice Francisco Ortega, “se entrelazaron mundos”. Fue justamente esto lo que cautivó la sensibilidad de Felipe Urquieta, autor de este libro, y que lo impulsó a concretar este proyecto.
“Mientras leía (las memorias de Gustave Verniory), iba imaginando cómo era la vida en ese entonces en Lautaro, Púa, Quinquer, Metrenco y en otros asentamientos. Soñaba con conocer los ríos que atravesaron la línea férrea y los inmensos puentes y viaductos de fierro que ayudaron a terminar con los obstáculos que significaban el río Cautín y el Toltén para los habitantes de aquel período de la historia de nuestro país.
...Y en este proceso, yo me encuentro con vestigios. Vestigios, esa es la palabra mágica. Puentes, rieles, estaciones, entre otros elementos, abandonados que se suman a tantos otros que he visto en diferentes ciudades, en el campo y en la urbanidad.
...Con este registro fotográfico trato de honrar este sacrificio y esta magnífica obra, la cual ahora se encuentra abandonada, no en su totalidad, pero sí en gran parte. Quizás no son todos los elementos que existieron originalmente, pero es lo que queda y lo que dejo para que nuestra memoria no se apague”.
